Collins - Los juegos del hambre
—Peeta, se suponía que ibas a despertarme en un par de horas. —¿Para qué? Aquí no ha pasado nada. Además, me gusta verte dormir; no frunces el ceño, lo que mejora mucho tu aspecto. Obviamente, eso me hace fruncir el ceño, y él sonríe.